Un resbalón que hará historia

Último penalti de la tanda, en las botas del capitán del Chelsea, el inglés John Terry, está el título tan anhelado. Tantos millones gastados por el propietario y mecenas del club, Roman Abramovich. El sueño de una generación de jugadores fichados a golpe de talonario. El sueño de una afición que dura ya demasiado. Cinco años construyendo un equipo al amparo de Mourinho. Tantas alegrías, tantas decepciones para poder vivir este momento.

El destino ha querido que sea John, capitán y buque insignia de los blues quien lleve a la gloria a este equipo londinense. Diez años en el club, cinco de capitán. Su compromiso con el proyecto es digno de encomio y envidia de más de uno que se quedó en semifinales. Sabe que es el espejo de muchos jóvenes. Sabe lo que se espera de él. Sabe que debe tirar el penalti. Sabe que lo marcará.

Minutos antes habían expulsado a la estrella del equipo, Didier Drogba, llamado a tirar ese penalti. Una criaturada impide al marfileño entrar en la historia del club londinense. El destino ha querido que sea Terry, un obrero del fútbol, quien se ponga el mono de trabajo y desde la humildad y la constancia, desde la fe en uno mismo, tire ese penalti reservado para las grandes figuras. Pero él es el más grande. No es un virtuoso pero ha luchado mucho para estar aquí.

Una cortina cada vez más espesa de agua cae sobre el césped del estadio ruso. En Moscú, el reloj marca muchos minutos sobre la una de la noche. Todo el campo pendiente de la pena máxima. Unos se giran atenazados por los nervios, la afición del Manchester, detrás de la portería aguanta la respiración y cruza los dedos esperando un milagro. La afición de los blues divisa la tierra de promisión y John Terry es su Moisés particular.

Un balón, once metros y un portero larguirucho son los obstáculos a salvar. Pero sabe que marcará.
Planta el balón en el punto fatídico bajo la supervisión del árbitro y la mirada del cancerbero holandés que pretende presionarle desde la línea del área pequeña. Pero no, John está tranquilo.
Seis pequeños pasos hacia atrás le sitúan en el punto de partida de la carrera hacia la gloria. Al borde del área grande y escorado ligeramente hacia su izquierda. Es la posición natural de lanzamiento de un diestro. John está tranquilo.
El árbitro, una vez ha comprobado que el balón está correctamente colocado, se retira a la posición reglamentaria en la cruceta del área pequeña y acciona su silbato. John está tranquilo.
Van der Sar extiende sus brazos. Los largos tentáculos del guardameta empequeñecen la portería. Pero John está tranquilo.
Han pasado quince segundos desde que el inglés ha plantado la pelota en el punto fatídico. Mucho tiempo y poco tiempo. Pero John está tranquilo.

JOHN ESTÁ TRANQUILO
JOHN SABE QUE MARCARÁ

Es el momento. Tres pasos hacia el balón…

Pero el destino no es del Chelsea, John está tranquilo, John sabe que marcará, ha conseguido engañar al portero que se lanza hacia la izquierda. Sólo falta un apoyo y empujar la pelota hacia la derecha para que bese las mallas y el mundo del fútbol encumbre a John donde se merece. Pero el destino es cruel, con Van der Sar lanzándose al lado equivocado, John tiene la desgracia de apoyar mal el pie izquierdo. El césped está mojado y un inoportuno resbalón le hace perder el equilibrio del pie de apoyo. Cayéndose golpea el cuero hacia el lado correcto pero el resbalón le hace perder precisión y el balón sale fuera, veinte crueles centímetros han impedido que se haga justicia.

Son aquellas pequeñas cosas que cantaba Serrat. El deporte y la vida varían su camino en base a pequeños detalles que no podemos controlar. Cristiano Ronaldo ha pasado de villano a héroe. El fallo de su penalti (él sí lo falló) queda ahora en anécdota y su encumbramiento a los altares del fútbol sigue un curso que debiera haber quedado interrumpido. Un resbalón ha hundido a John Terry y al Chelsea, un resbalón ha proclamado a Cristiano como mejor futbolista del año y al Manchester tricampeón de Europa.

Es la vida, pero John, como hombre pundonoroso que es, se levantará y tendrá otra ocasión, seguro que la tendrá. El destino le regalará lo que ahora le ha robado.

ÁNIMO JOHN.

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