Siempre había sido reticente a ir a Port Aventura por las colas que presumiblemente debía sufrir. Pero este verano quedamos para ir por estas fechas y me convencieron explicándome que hay una pulsera especial que puedes comprar por 20 euros y te ahorra las colas.
Dicho y hecho, el 31 de octubre, día de Halloween emprendimos el viaje a Port Aventura.
El día debía empezar pronto. Así quedamos la las 8:30 h. en Empresariales (afueras de Barcelona) con la remarcada consigna de puntualidad. Cómo no, salimos a las 9:00 h. Nada remarcable en el viaje salvo que nos saltamos la parada en un área de servicio de la autopista para poner gasolina y cruspirnos un bocata. Nos despistamos y así llegamos a Port Aventura, en ayunas y sin haber puesto gasolina. No problem: repostaríamos a la vuelta e ingerimos los nutrientes antes mencionados en la primera cola que hicimos: la de adquirir la entrada.
Y digo lo de primera cola porque tras ella se sucedieron cuatro colas más para subir a las atracciones emblemáticas del parque. Sí, ya sé que os he hablado de la “pulsera express” para no hacer cola pero es que cuando compramos la entrada ya se habían acabado tales distintivos. Lo dicho, cuatro colas para subir a cuatro atracciones con el resultado de OCHO HORAS de cola (al margen de una más para comer) para un total de no más de 7 minutos de atracción.
Primero: el Dragon Khan: increíble montaña rusa con ocho loopings. Inexplicables sensaciones que se acentuaron por el hecho que me tocó en los asientos delanteros. Sólo observaba el raíl que subía, bajaba, se retorcía y por el que pasábamos a 110 km/h. Lo único que pude decir en tan emocionante trayecto es “hijos de puta” (para desahogarme) tantas veces como duró el recorrido (sobre los dos minutos, aunque me parecieron muchos más), y es que las pasé putas.
Segundo: Stampida. Tradicional montaña rusa con vagonetas sobre montañas de madera. Continuos latigazos en unas vagonetas que hacen más ruido que la furgoneta de Manos a la Obra. Aparte de eso, la soporté estoicamente. Dos minutos y medio más de chute de adrenalina.
Tercero: Huracán Condor. 86 metros de caída libre. Durante la cola el servicio de la atracción se suspende por motivos técnicos. Mal rollo. Diez minutos después se retoma la actividad. Por suerte no nos tocaba aún. Te suben en una vagoneta que trepa por un pilar de cien metros de altura para soltarse después en caída libre (eso sí, al final se frena). Otro chute de adrenalina que solté a través de un contundente grito que emuló (o viceversa) el orondo inglés con cara sonrosada que tenía a mi lado. No más de un minuto duró todo.
Dicho y hecho, el 31 de octubre, día de Halloween emprendimos el viaje a Port Aventura.
El día debía empezar pronto. Así quedamos la las 8:30 h. en Empresariales (afueras de Barcelona) con la remarcada consigna de puntualidad. Cómo no, salimos a las 9:00 h. Nada remarcable en el viaje salvo que nos saltamos la parada en un área de servicio de la autopista para poner gasolina y cruspirnos un bocata. Nos despistamos y así llegamos a Port Aventura, en ayunas y sin haber puesto gasolina. No problem: repostaríamos a la vuelta e ingerimos los nutrientes antes mencionados en la primera cola que hicimos: la de adquirir la entrada.
Y digo lo de primera cola porque tras ella se sucedieron cuatro colas más para subir a las atracciones emblemáticas del parque. Sí, ya sé que os he hablado de la “pulsera express” para no hacer cola pero es que cuando compramos la entrada ya se habían acabado tales distintivos. Lo dicho, cuatro colas para subir a cuatro atracciones con el resultado de OCHO HORAS de cola (al margen de una más para comer) para un total de no más de 7 minutos de atracción.
Primero: el Dragon Khan: increíble montaña rusa con ocho loopings. Inexplicables sensaciones que se acentuaron por el hecho que me tocó en los asientos delanteros. Sólo observaba el raíl que subía, bajaba, se retorcía y por el que pasábamos a 110 km/h. Lo único que pude decir en tan emocionante trayecto es “hijos de puta” (para desahogarme) tantas veces como duró el recorrido (sobre los dos minutos, aunque me parecieron muchos más), y es que las pasé putas.
Segundo: Stampida. Tradicional montaña rusa con vagonetas sobre montañas de madera. Continuos latigazos en unas vagonetas que hacen más ruido que la furgoneta de Manos a la Obra. Aparte de eso, la soporté estoicamente. Dos minutos y medio más de chute de adrenalina.
Tercero: Huracán Condor. 86 metros de caída libre. Durante la cola el servicio de la atracción se suspende por motivos técnicos. Mal rollo. Diez minutos después se retoma la actividad. Por suerte no nos tocaba aún. Te suben en una vagoneta que trepa por un pilar de cien metros de altura para soltarse después en caída libre (eso sí, al final se frena). Otro chute de adrenalina que solté a través de un contundente grito que emuló (o viceversa) el orondo inglés con cara sonrosada que tenía a mi lado. No más de un minuto duró todo.
Cuarto: Furius Baco. La mejor, la montaña rusa más rápida de Europa con una aceleración hasta 130 km/h en tres segundos. Increíble. El hecho de ser de noche acentuó la sensación de velocidad sin esperar los espeluznantes trayectos boca abajo que hay en el corto trayecto de un minuto cuya banda sonora proporcionada por mis cuerdas vocales fue un repetido “qué cabrones”, dedicado a los diseñadores de la atracción.
Y sanseacabó. Algo más de las diez de la noche. Pero aún faltaba la quinta atracción y esta vez proporcionada por un menda. Como explicaba no pude poner gasolina a la ida. Así que lo primero que hicimos fue ir a buscar una gasolinera. Me quedaba gasolina para unos 18 km. Fuimos en busca de tan necesitado combustible. Paramos en Vilaseca y preguntamos, resultado: una gasolinera cerrada, me quedaba gasolina para 10 km. Continuamos la odisea y en Salou la gasolinera también estaba cerrada, sólo me quedaban 3 km. Antes del cataclismo del depósito vacío. Y continuamos hasta Cambrils y no había señal de gasolinera, 2 km. Y nada, 1 km. Y nada. El marcador a cero y nada, pasaron 500 angustiosos metros, tomamos una rotonda en una zona industrial; el marcador a cero, no había gasolina, giramos una calle, marcador a cero, y sólo divisamos las luces de un “local de señoritas”. Vaya plan, sin gasolina y teniendo que recurrir al bar de dudosa reputación para que nos solucionaran el problema. Pero… 100 metros más allá: la deseada gasolinera. UFFFFF! Qué alivio (sólo semejante al de orinar cuando llevas horas aguantándote). Fin de la odisea con final feliz. Era medianoche de Halloween y pude poner gasolina…
Llegada a Barcelona sobre la 1:00 h. ya del domingo. Último episodio: nos paran los Mossos d’Esquadra para un control de alcoholemia. “¿Ha consumido alcohol?”, “no, venimos de Port Aventura”, “¿Y qué tal?”, “muchas colas”, “¿a quién se le ocurre ir a Port Aventura en pleno Halloween y fin de semana?”... Y es que la policía no es tonta, NOSOTROS SÍ.
Aún así valió la pena. Volveremos, eso sí, entre semana, con pulserita “anti-colas” y cuando el buen tiempo permita disfrutar de las atracciones de agua”.
menos mal que al final llegasteis a la gasolinera. ´
ResponderEliminarTiene razón la poli, mejor entre semana y con la pulserita.
felicidades sese por el articulo,muy bien explicado aunque las fotos me gsutaría más que hubierais salido vosotros,mejor dicho,vuestras caras de acongoje,jeje.a mi las atracciones no me han gustado nunca y de hecho ya no recuerdo la última vez que subí en una.felicito al impulsor de ir el dia de Halloween,que crack!es de suponer que las pulseritas esas se acabarán en un plis plas en dia un dia tan festivo,y claro,si te vas a las 9 de la mañana de Barna....,pero en fin,seguro que como anti estress debe ser fantástico y seguro que reísteis mucho(viniendo Angel...).
ResponderEliminarPues nada,ah!y pareces ulé ya con el tema de poner gasolina....seguro que más de uno se quedó con ganas de no encontrar la gasolinera y pedir ayuda en la casa de señoritas,jeje.
Menuda "(port)Aventura"...si es que ya lo dice el refran: no dejes para mañana...
ResponderEliminaryoyoyo: así será. Sin duda el próximo viaje será sin estos inconvenientes.
ResponderEliminarUn abrazo
uri: la prsencia de Ángel fue fundamental para hacer las colas más amenas.
ResponderEliminarHasta otra
nunu: no fue un problema de previsión, fue un despiste logístico de piloto, copiloto y demás ocupantes, no obstante la próxima vez el depósito lleno...
ResponderEliminarUn abrazo
Mae mía, prefiero mil veces la odisea de la gasolina, y hasta que me salga un espíritu d´esos hologüinianos por la carretera, que subirme a un engendro de esos del demonio.
ResponderEliminar¡Encima que me funcionan poco las neuronas como para removerlas más de la cuenta!
Por cierto, que hace tiempo tenía ganas de preguntarte ¿que quiere decir tu título exactamente?
Lo siento mucho, pero mi valenciano de años ha, está ya muy oxidado.
fiebre: nada nada, hay que armarse de valor y... al toro. Tampoco creas que me hacía mucha ilusión que me tirarán 86 m. en caída libre... pero vale la pena, de verdad.
ResponderEliminarEmbolica que fa blog es la adaptación de una frase hecha catalana: embolica que fa fort (envuelve que hace fuerte) que sería equivalente a algo parecido como "¡la que se ha liado!".
Un abrazo
¡Mola!
ResponderEliminar:)
Hola!!
ResponderEliminarSe ve que lo pasasteis de maravilla, como todos los viajeros de los que he leído sus opiniones en http://www.trivago.es/vila-seca-103796/parque-de-atracciones/portaventura-12866. Yo llevo visitando Port Aventura todos los años y sin duda, es para liberar tensiones y relajarte. Me encanta la atracción de Furius Baco. Un saludo
Lo dicho que yo te acompaño de paseito por el parque pero a las atracciones se sube Rita XD
ResponderEliminarBesos!
Verillo: pues no sabes lo que te pierdes, esa caída libre de 86 metros, y encima que te digan 10 minutos antes que la paran un momento por motivos técnicos.
ResponderEliminareso sí que fue descargar adrenalina.
Besos