Continuación del post Bruce Springsteen en el Tívoli (I)
Efectivamente, mis pies vuelan al destino final.
Eso ocurre en los primeros diez metros, en los siguientes metros de la carrera paso a ser un mortal más, desisto de batir el récord mundial y ahora mis piernas simplemente adquieren un ritmo más que aceptable. Pero los metros pasan factura y diez metros más allá las fuerzas decaen, si antes volaba, luego corría ahora simplemente me arrastro por el asfalto de la Ciudad Condal a la espera de llegar al destino o desfallecer, lo más probable, por el camino.
No sé cómo pero he llegado al destino, una bonita melodía de toses me recibe en la cola. Sin dudar me uno a tan curioso coro, y no por convicción propia, estoy hecho polvo, los pulmones colapsados y las piernas no responden, “cof, cof”, ya me siento integrado en la multitud. Parece que el rock and roll y el atletismo no tienden a seguir caminos parejos. “Cof, cof”. Al menos ya he llegado a una cola que ya da media vuelta a la manzana, pocos minutos después la rodeará totalmente. Al poco rato llega a la el resto de componentes del grupo que nos separamos un km. atrás bajo el lema de “nos vemos en Planet Music, búscate la vida”. He llegado el primero si bien es cierto que tres veces más perjudicado que las tres chicas que me acompañan en la cola, sin duda no han dado lo mejor de sí mismas para alcanzar la meta. “Cof, cof”, sigue el coro general.
Ahora sólo queda esperar. Me dispongo a la primera incursión al principio de la cola para ver cómo está la cosa. La cosa está “mu mala”. La puerta de la tienda de discos no acoge una cola sino una aglomeración indiscriminada de gente apelotonada, aprisionada y casi asfixiada en pos de sus anhelos. Si antes éramos los bisontes de Bailando con lobos, ahora parecemos el mogollón de cebras que esperan cruzar el río en busca de nuevos pastos de un documental de tve2. Al menos nosotros no seremos devorados por los cocodrilos (¿o sí?).
Vuelvo a nuestro sitio. Las puertas no se abren, ya pasan de las diez. Se acercan las once y la cola no avanza, las puertas parece que no se han abierto. Radio Macuto de nuevo a plena marcha: que si al final cambian el sitio otra vez, que si han repartido números y el que no tenga ya se puede ir, que si se ha colapsado el sistema… Qué hacer, cómo obrar, a qué atenerse. Hay que informarse y la única manera factible es volver al inicio de la cola a ver qué pasa.
“Esperadme aquí, voy a ver qué pasa”.
Recorro los más de cien metros de cola. La situación es la misma. Montañas de carne humana, sin rastro de cola organizada, ni inicio de la venta. La gente silva, grita enojada ante la situación. Observo a cierta distancia y cuando me dispongo a volver a informar a los demás suena el disco de Bruce por unos altavoces con el objeto sin duda de aplacar a las fieras. El efecto es el contrario, parece que aún nos falta un estadio para alcanzar el título de animales y la música no nos amansa, al contrario, la gente se enerva aún más. “Encima cachondeo, menos música y más vender entradas”. Se produce una avalancha y sin comerlo ni beberlo me encuentro en medio de esa bola humana, a escasos cinco metros de la puerta de la tienda. Pienso qué hacer, sin duda me quedo a ver qué pasa (por otra parte es baladí tomar otra decisión, imposible moverse de allí). Observo una comisaría justo enfrente de Planet Music, eso me alivia. Sin duda de aquí poco intervendrán para restablecer el orden público y la cola se organizará y nos relajaremos todos, podremos sentarnos durante la espera, dejar de intercambiar fragancias corporales con nuestros semejantes. E incluso ir a tomar un café mientras nos guardan la tanda.
Pero no, la autoridad no interviene y la situación empeora, el tránsito cortado por la multitud, las lipotimias a la orden del día, los gritos e insultos continuos. Pero la policía no actúa hasta varias horas después dedicándose a poner unas vallas que lo único que hacen es que ese mogollón del principio de la cola no aumente su volumen.
Al final, objetivo cumplido, varias horas más tarde he conseguido las dos entradas para el concierto (cada persona sólo podía adquirir un par) a un precio nada módico y en unas condiciones que causan vergüenza ajena.
Vuelvo, al fin, a la cola a visitar mis acompañantes que me reciben no sin admiración y sorpresa. “Pensábamos que te habían abducido los marcianos o te habían secuestrado un ejército de gnomos”… Les explico lo sucedido y guardo cola para conseguir el resto de entradas necesarias. Pero cuando faltan apenas veinte personas para la entrada de Planet Music anuncian que se han agotado las localidades. Han sido seis horas infernales y sólo hemos conseguido dos entradas. Me queda el consuelo que una de ellas es mía.
Vuelvo a casa no sin antes recoger el coche del parking, que por cierto me ha costado una pasta (siete horas después). Vuelvo a estar presente, por cuarta vez, en un concierto de Bruce.
Efectivamente, mis pies vuelan al destino final.
Eso ocurre en los primeros diez metros, en los siguientes metros de la carrera paso a ser un mortal más, desisto de batir el récord mundial y ahora mis piernas simplemente adquieren un ritmo más que aceptable. Pero los metros pasan factura y diez metros más allá las fuerzas decaen, si antes volaba, luego corría ahora simplemente me arrastro por el asfalto de la Ciudad Condal a la espera de llegar al destino o desfallecer, lo más probable, por el camino.
No sé cómo pero he llegado al destino, una bonita melodía de toses me recibe en la cola. Sin dudar me uno a tan curioso coro, y no por convicción propia, estoy hecho polvo, los pulmones colapsados y las piernas no responden, “cof, cof”, ya me siento integrado en la multitud. Parece que el rock and roll y el atletismo no tienden a seguir caminos parejos. “Cof, cof”. Al menos ya he llegado a una cola que ya da media vuelta a la manzana, pocos minutos después la rodeará totalmente. Al poco rato llega a la el resto de componentes del grupo que nos separamos un km. atrás bajo el lema de “nos vemos en Planet Music, búscate la vida”. He llegado el primero si bien es cierto que tres veces más perjudicado que las tres chicas que me acompañan en la cola, sin duda no han dado lo mejor de sí mismas para alcanzar la meta. “Cof, cof”, sigue el coro general.
Ahora sólo queda esperar. Me dispongo a la primera incursión al principio de la cola para ver cómo está la cosa. La cosa está “mu mala”. La puerta de la tienda de discos no acoge una cola sino una aglomeración indiscriminada de gente apelotonada, aprisionada y casi asfixiada en pos de sus anhelos. Si antes éramos los bisontes de Bailando con lobos, ahora parecemos el mogollón de cebras que esperan cruzar el río en busca de nuevos pastos de un documental de tve2. Al menos nosotros no seremos devorados por los cocodrilos (¿o sí?).
Vuelvo a nuestro sitio. Las puertas no se abren, ya pasan de las diez. Se acercan las once y la cola no avanza, las puertas parece que no se han abierto. Radio Macuto de nuevo a plena marcha: que si al final cambian el sitio otra vez, que si han repartido números y el que no tenga ya se puede ir, que si se ha colapsado el sistema… Qué hacer, cómo obrar, a qué atenerse. Hay que informarse y la única manera factible es volver al inicio de la cola a ver qué pasa.
“Esperadme aquí, voy a ver qué pasa”.
Recorro los más de cien metros de cola. La situación es la misma. Montañas de carne humana, sin rastro de cola organizada, ni inicio de la venta. La gente silva, grita enojada ante la situación. Observo a cierta distancia y cuando me dispongo a volver a informar a los demás suena el disco de Bruce por unos altavoces con el objeto sin duda de aplacar a las fieras. El efecto es el contrario, parece que aún nos falta un estadio para alcanzar el título de animales y la música no nos amansa, al contrario, la gente se enerva aún más. “Encima cachondeo, menos música y más vender entradas”. Se produce una avalancha y sin comerlo ni beberlo me encuentro en medio de esa bola humana, a escasos cinco metros de la puerta de la tienda. Pienso qué hacer, sin duda me quedo a ver qué pasa (por otra parte es baladí tomar otra decisión, imposible moverse de allí). Observo una comisaría justo enfrente de Planet Music, eso me alivia. Sin duda de aquí poco intervendrán para restablecer el orden público y la cola se organizará y nos relajaremos todos, podremos sentarnos durante la espera, dejar de intercambiar fragancias corporales con nuestros semejantes. E incluso ir a tomar un café mientras nos guardan la tanda.
Pero no, la autoridad no interviene y la situación empeora, el tránsito cortado por la multitud, las lipotimias a la orden del día, los gritos e insultos continuos. Pero la policía no actúa hasta varias horas después dedicándose a poner unas vallas que lo único que hacen es que ese mogollón del principio de la cola no aumente su volumen.
Al final, objetivo cumplido, varias horas más tarde he conseguido las dos entradas para el concierto (cada persona sólo podía adquirir un par) a un precio nada módico y en unas condiciones que causan vergüenza ajena.
Vuelvo, al fin, a la cola a visitar mis acompañantes que me reciben no sin admiración y sorpresa. “Pensábamos que te habían abducido los marcianos o te habían secuestrado un ejército de gnomos”… Les explico lo sucedido y guardo cola para conseguir el resto de entradas necesarias. Pero cuando faltan apenas veinte personas para la entrada de Planet Music anuncian que se han agotado las localidades. Han sido seis horas infernales y sólo hemos conseguido dos entradas. Me queda el consuelo que una de ellas es mía.
Vuelvo a casa no sin antes recoger el coche del parking, que por cierto me ha costado una pasta (siete horas después). Vuelvo a estar presente, por cuarta vez, en un concierto de Bruce.
Que te colaste involuntariamente?que te obligaron a colarte?juás!lo último que me hubiera imaginado jaaaaaaaaajajajjaja ¿Quién fue el afortunado que te acompañó?¿Nadie te soltó ningún improperio cuando se agotaron las entradas?¿No compraste un cupón de la ONCE y echaste la Primitiva y un par de Quinielas?porque ese día tenías El Día!
ResponderEliminarAaaaaachuchones!!!!
India: tuve mucha suerte ese día. Teníamos que conseguir 8 entradas y sólo conseguimos 2. Me acompañó una amiga previo sorteo entre los que hicimos cola. Un dia inolvidable, como lo fue el concierto. Y esa suerte hasta el día de hoy nunca se ha visto reflejada en la lotería y otros juegos de azar. Quién sabe si algún día cambiará esta tendencia.
ResponderEliminarUn abrazo