Convencionalismos pluviales

Para bien o para mal en  Barcelona ciudad llueve poco, supongo que será por ello que no tenemos ningún patrón de comportamiento estereotipado para tales ocasiones.

Que yo sepa  no hay manual escrito al respecto ni la gente actúa instintivamente cuando la precipitación hace acto de presencia.

Supongo que el índice de pérdidas de paraguas será superior a otras zonas, como Galicia, por ejemplo, en que llueva más. Pura lógica.

Y como no quiero aumentar la estadística de paraguas perdidos en lugares públicos de mi ciudad tengo la costumbre de "olvidármelo" en casa. Vamos que considero más engorroso llevarlo encima, ocuparme de él, cuidarlo como es debido, aparcarlo,  recordar su "fisonomía", no confundirlo con otro, no olvidarme de él... que mojarme.

Pues eso, que como no uso paraguas busco instintivamente cualquier recodo urbano que me permita resguarnecerme del agua, y ese recodo acostumbra a ser el cobijo que proporcionan los balcones de las casas. Acostumbro a ir pegadito a la pared de la calle para así no mojarme. De tanto en tanto, en el tránsito de un balcón a otro, en su paso por debajo, soy víctima del ataque sistemático de los goterones que se forman en el final de tales refugios. 

No sé si os ha pasado también a vosotros.

Iba por la calle el sábado 29 de septiembre a las siete de la tarde por la calle y llovía en Barcelona de un modo continuo, no en demasía pero sí con insistencia. Salí a la calle, como es hábito en mí, sin paraguas, dispuesto a mojarme lo menos posible en el tránsito de casa a la parada de metro más cercana. Menos de diez minutos por suelo urbano bajo la pertinaz lluvia.

Táctica habitual, pegadito a la pared y acelerando el paso cuando los balcones, o salientes de la fachada no me proporcionan refugio, o cuando debo cruzar una calle.

Y de nuevo pegadito a la pared. Salvo cuando te cruzas o avanzas a un grupo de dos o más gente con paraguas que caminan paralelos y debes desviarte de tu refugio arquitectónico y quedar a merced de las gotas de la lluvia. A mojarse, pero es lo que hay, si soy tan zoquete de no llevar paraguas no me quejaré porque me moje de vez en cuando.

Pero sí me da mucha rabia cuando me cruzo con alguien que lleva paraguas y me tengo que desviar de mi trayectoria resguardado de la lluvia para quedar a expensas del líquido elemento.

Primer caso, una señora con su paraguas  que me ve venir por la misma zona que la suya y no hace ademán de desviar su trayectoria. Un metro nos separa y tomo la decisión de desviarme. Un goterón en la testa  joder, qué putada. Qué más le da a la señora se lleva paraguas cambiar su trayectoria y permitir que siga un ratito sin mojarme.

Segundo caso, más de lo mismo, un caballero actúa de igual modo que la señora y me obliga a cambiar la ruta adecuada.Mierda!!!, a mojarse de nuevo dos segundos y el consiguiente "goterón en la cabeza". ¡A joderse!.

Y a la tercera va la vencida, de nuevo una señora que no parece tener intención de variar su rumbo. Pues no, esta vez no me bajo de burro , tres metros y yo ahí, dos metros y yo, erre que erre, un metro y  aminoro mi marcha hasta casi pararme pero esta vez la que cambia de "trazada" es "mi rival". Y sin que con ello le haya caído un goterón en la cabeza  ni  se haya mojado en absoluto su escultural moño. cosa que a mí sí me hubiera ocurrido (menos lo del moño que no llevo).

Vamos, que es de pura lógica que si alguien ha de variar su camino sea aquél que lleva paraguas y no le supone mayor inconveniente que desviarse un poquiiiiiito de su camino sin mayor sacrificio ni penalidad.

Pero no, la gente no se da cuenta de ello.

Será que no tenemos educación ni cultura "de la lluvia"