Un domingo cualquiera, típico,
cotidiano me lleva a un calmado desayuno sin ningún reloj que me recuerde la
obligación de finalizarlo antes o después. Vamos, un tiempo para uno mismo que disfruto ya sea con un libro entre manos o con
auriculares en mis oídos o ambas cosas a
la vez, que no son incompatibles.
El primer paso en este ritual
consiste en ir al local en cuestión (la
cadena de panaderías 365, pedir en caja, pagar y recoger el producto para
consumir cómodamente en su interior) y elegir el menú. Y como a diario repito
el típico cruasán y relaxing café con
leche siendo domingo una fecha especial “tiro la casa por la ventana” e ingiero un par de donuts y el mencionado líquido elemento. Es posible que
aquí me salga la vena catalana o tire del tópico que somos unos tacaños y tal y
cual pero la verdad es que me apetece siempre un donut normal y otro de
chocolate, y nunca tomo tal combinación porque hay una oferta de dos unidades
por 1,30 pero siempre que sean los dos dulces del mismo tipo. Así siempre opto
por dos donuts normales o dos de chocolate para acompañar el café, según sea el
caso.
El caso es que esta mañana he optado por dos de chocolate quién sabe si desde el subconsciente maldiciéndome por no elegir uno de cada como en el fondo me apetece. Hasta aquí todo normal, como cada semana. Dos chicas que me seguían en la cola han pedido también y veo que una de ellas lleva dos donuts normales para acompañar el café.
He estado tentado de proponerle un cambio de dulces para que cada uno tuviéramos uno de cada. Pero, creo que con criterio, he decidido no hacerlo. Mis intenciones obviamente no eran malas, pero considero que hubiera sido una especie de intromisión gratuita en su intimidad que acaso no hubiera sido juzgada con la inocencia desde la que estaba planteada.
El caso es que esta mañana he optado por dos de chocolate quién sabe si desde el subconsciente maldiciéndome por no elegir uno de cada como en el fondo me apetece. Hasta aquí todo normal, como cada semana. Dos chicas que me seguían en la cola han pedido también y veo que una de ellas lleva dos donuts normales para acompañar el café.
He estado tentado de proponerle un cambio de dulces para que cada uno tuviéramos uno de cada. Pero, creo que con criterio, he decidido no hacerlo. Mis intenciones obviamente no eran malas, pero considero que hubiera sido una especie de intromisión gratuita en su intimidad que acaso no hubiera sido juzgada con la inocencia desde la que estaba planteada.
No hubiera sido descabellada una respuesta a tal solicitud tal que “pues si quieres uno de cada te compras uno de cada”, ‘ya pero es que la oferta son dos del mismo sabor’, “pues te gastas 50 céntimos más y tendrás uno de cada y no tendrás que molestar al prójimo, que ya eres mayorcito y no creo que seas uno de esos adolescentes que su papi le da una paga semanal y ha de mirar por cada céntimo que gaste”, ‘perdona, tienes razón, no era mi intención quedar como un cretino’ ZASCA!!!!
Claro que tampoco hubiera sido descabellado una respuesta tal que “no, lo siento es que soy alérgica al chocolate y por eso me pido dos normales”, el resultado hubiera sido el mismo pero me hubiera ahorrado el ZASCA!!!!
Claro que también hubiera podido ocurrir que “claro, me haces un favor, a mí también me apetece uno de cada pero como la oferta es ésta…” ‘qué bien!!!, muchas gracias. Espero veros cada domingo aquí para repetir la operación’ y acaso hubiera sido el INICIO DE UNA BONITA AMISTAD.
¿Hice bien?, ¿hice mal?... Chi lo sa. Será uno de tantas incertidumbres que me llevaré a la tumba.
Pero eso sí:
¡¡¡¡¡A DIOS PONGO POR TESTIGO que la semana que viene desayunaré un donut normal y otro de chocolate!!!!!
¡¡¡¡¡A DIOS PONGO POR TESTIGO que la semana que viene desayunaré un donut normal y otro de chocolate!!!!!
Yo le preguntaría!
ResponderEliminarMe agrada leerte de nuevo, Sese.
Un abrazo.
bien hecho!!!
Eliminarun placer tenerte por aquí
Besos