Badajoz, 16 de marzo del 1812... Desde la ciudad pudieron observar como el ejército anglo-portugués, dispuesto a expulsar a los franceses, sitiaban la ciudad. Ni sus habitantes podían imaginar que empezaba uno de los asedios más salvajes de aquella época... Una de las mayores matanzas en relación tiempo/muertes de las Guerras Napoleónicas.
Anteriormente el ejército dirigido por Arthur Wellesley, el duque de Wellington, había tomado Almeida y Ciudad Rodrigo, y necesitaba de Badajoz para poder entrar de lleno en la península.
En dos ocasiones se había intentado tomar la ciudad, y nada parecía indicar que este tercer intento tendría éxito, pues las murallas estaban reforzadas, los alrededores minados o innundados, y los franceses confiados. Wellington, que odiaba los sitios por considerarlos una máquina de picar carne, no lo tenía claro. Pero la toma era muy necesaria estratégicamente, y un ejército a manos del mariscal francés Soult, venía en ayuda de los sitiados.
Tras mucho trabajo de trinchera y atacar a fondo las murallas con artillería de sitio, se acercaba la hora del asalto, y el general Thomas Picton ayudó tomando un bastión defensivo que permitió remover tierra más cerca de la ciudad.
Finalmente, el 5 de abril existían dos grandes brechas, que fueron minadas de inmediato por los defensores franceses, y todo el mundo esperó...
El día 6 de abril, después de retrasar el asalto 24 horas, Wellington dió la orden de ataque. Eran las 22h, y se iniciaba la carnicería.
El escuadrón suicida (clásico en aquellas épocas, porqué sobrevivir a una brecha significaba un ascenso asegurado) inició el ataque, seguido de tropas británicas y portuguesas. Mientras, varios asaltos de distracción se realizaron al este y al norte.
No sirvió de nada. Minas, metralla y granizo de mosquetería acabaron con cualquier ataque (real o de distracción), llenando las brechas de cadáveres que los nuevos atacantes debían sortear. El propio Wellington, viendo el sangriento panorama, estuvo a punto de suspender el asalto.
Pero precisamente un ataque de distracción, dirigido de nuevo por Thomas Picton, entró a la ciudad por la zona más elevada, “La Alcazaba”. Se inició el desorden y la 5ª División también entró en la ciudad. El general Philippon se dirigió con los restos de sus hombres al fuerte de San Cristóbal y rindió la ciudad.
El precio había sido muy alto (murieron más de 3000 británicos en solo dos horas), y los atacantes no tuvieron piedad de nadie. Hasta 72 horas después del asalto no se pudo reinstaurar el orden. Tanto franceses como población civil sufrieron todo tipo de salvajadas (no justificables, pero había una ley no escrita que decía que si el asalto era duro, había derecho a saqueo, con todo lo que ello conlleva). Algunos atacantes aseguraron que la población civil ayudó a los franceses en la defensa, y que por ello la ira del ejército anglo-portugués cayó sobre ellos.
El duque de Wellington lloró al llegar a la brecha, por donde corrían literalmente, “ríos de sangre entre los cadáveres y los cascotes”. Posteriormente maldijo al Parlamento Británico por los pocos recursos que recibía, la razón principal por la que aceleró el ataque (sino el ejército de Soult se le hubiera echado encima y probablemente superado).
Deseó no repetir una experiencia así... aunqué no sabía que el asedio de San Sebastián sería casi idéntico (en todos los sentidos) al de Badajoz. Wellington siempre detestaba perder hombres, al contrario de Napoleón, que pensaba que era algo inevitable y no dudaba en ello para conseguir la victoria.
Pese a todo, fue una gran victoria que inició la conquista de la península y posterior victoria en territorio francés... Wellington ya no retrocedería ante el emperador...
Anteriormente el ejército dirigido por Arthur Wellesley, el duque de Wellington, había tomado Almeida y Ciudad Rodrigo, y necesitaba de Badajoz para poder entrar de lleno en la península.
En dos ocasiones se había intentado tomar la ciudad, y nada parecía indicar que este tercer intento tendría éxito, pues las murallas estaban reforzadas, los alrededores minados o innundados, y los franceses confiados. Wellington, que odiaba los sitios por considerarlos una máquina de picar carne, no lo tenía claro. Pero la toma era muy necesaria estratégicamente, y un ejército a manos del mariscal francés Soult, venía en ayuda de los sitiados.
Tras mucho trabajo de trinchera y atacar a fondo las murallas con artillería de sitio, se acercaba la hora del asalto, y el general Thomas Picton ayudó tomando un bastión defensivo que permitió remover tierra más cerca de la ciudad.
Finalmente, el 5 de abril existían dos grandes brechas, que fueron minadas de inmediato por los defensores franceses, y todo el mundo esperó...
El día 6 de abril, después de retrasar el asalto 24 horas, Wellington dió la orden de ataque. Eran las 22h, y se iniciaba la carnicería.
El escuadrón suicida (clásico en aquellas épocas, porqué sobrevivir a una brecha significaba un ascenso asegurado) inició el ataque, seguido de tropas británicas y portuguesas. Mientras, varios asaltos de distracción se realizaron al este y al norte.
No sirvió de nada. Minas, metralla y granizo de mosquetería acabaron con cualquier ataque (real o de distracción), llenando las brechas de cadáveres que los nuevos atacantes debían sortear. El propio Wellington, viendo el sangriento panorama, estuvo a punto de suspender el asalto.
Pero precisamente un ataque de distracción, dirigido de nuevo por Thomas Picton, entró a la ciudad por la zona más elevada, “La Alcazaba”. Se inició el desorden y la 5ª División también entró en la ciudad. El general Philippon se dirigió con los restos de sus hombres al fuerte de San Cristóbal y rindió la ciudad.
El precio había sido muy alto (murieron más de 3000 británicos en solo dos horas), y los atacantes no tuvieron piedad de nadie. Hasta 72 horas después del asalto no se pudo reinstaurar el orden. Tanto franceses como población civil sufrieron todo tipo de salvajadas (no justificables, pero había una ley no escrita que decía que si el asalto era duro, había derecho a saqueo, con todo lo que ello conlleva). Algunos atacantes aseguraron que la población civil ayudó a los franceses en la defensa, y que por ello la ira del ejército anglo-portugués cayó sobre ellos.
El duque de Wellington lloró al llegar a la brecha, por donde corrían literalmente, “ríos de sangre entre los cadáveres y los cascotes”. Posteriormente maldijo al Parlamento Británico por los pocos recursos que recibía, la razón principal por la que aceleró el ataque (sino el ejército de Soult se le hubiera echado encima y probablemente superado).
Deseó no repetir una experiencia así... aunqué no sabía que el asedio de San Sebastián sería casi idéntico (en todos los sentidos) al de Badajoz. Wellington siempre detestaba perder hombres, al contrario de Napoleón, que pensaba que era algo inevitable y no dudaba en ello para conseguir la victoria.
Pese a todo, fue una gran victoria que inició la conquista de la península y posterior victoria en territorio francés... Wellington ya no retrocedería ante el emperador...
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