Quien más o menos tenga costumbre de disfrutar la música en directo advertirá que hay una serie de prototipos de comportamiento que se repiten entre los asistentes a las salas. Conciertos en grandes estadios, conciertos en salas "medianas", conciertos en pequeñas salas. Formato acústico, formato con banda, grandes artistas o de culto... En fin, múltiples modalidades.
Hoy disertaré sobre los conciertos acústicos en pequeñas salas. Los que enfrentan al cantautor directamente con el público con el único apoyo de su guitarra (por ejemplo) y su voz. En estos casos el autor debe "tener tablas" y dominar las distancias cortas, es lo que se conoce como storyteller, contador de historias. O para que me entendáis, ser un poco monologuista.
Situados en este contextos puedo pasar a discernir los diversos especímenes que acostumbran a congregarse en estos espacios.
EL SIMPÁTICO: pretende ser un alter ego del artista. Los chistes, chascarrillos que el cantautor nos ofrece en sus monólogos entre canción y canción acostumbran a tener réplica en este personaje. Lo malo es que acostumbra a tener la gracia en el culo para desgracia del público y, sobre todo, del artista, que acostumbra a soportar estoicamente su presencia.
EL PELOTA: ni que decir tiene que los artistas no son humoristas profesionales y que las anécdotas más o menos graciosas no pretenden más que introducir el siguiente tema o ser de tránsito entre una canción más íntima y otra más festiva, por ejemplo. El autor ya sabe que no es un Seinfeld del escenario pero este tipo de espectador se cree que debe hacerle sentir como el más brillantes de los monologuistas. Cualquier chascarrillo aunque no tenga gracia, ni pretenda ser gracioso, será replicado por el pelota con la más sonora de las carcajadas e incluso algún aplauso fuera de lugar.
EL MÚSICO PROFESIONAL y el CRÍTICO MUSICAL. Una especie curiosa, parecen de hielo, Ocuparán un discreto lugar en la sala, nunca en primera fila y NUNCA exteriorizarán ninguna emoción. Los observas y no sabes si le está gustando o no el bolo. Normalmente si al día siguiente hablas con ellos o lees su crítica acostumbran a decir que les ha gustado mucho el bolo... entonces, ¿por qué no lo disfrutan más allá que con un simple movimiento de pie acompañando la música? (¿para que no pensemos que son como el resto de nosotros?)
EL PASABAPORAQUÍ. Acostumbra a presentarse en grupo y se le ve a la legua que media hora antes del concierto no tenía aún planificada la noche. En la mayoría de ocasiones ni sabe quién toca ni qué toca pero está ahí para desgracia del resto de concurrentes. Se posiciona en la barra del local y en el mejor de los casos guarda el respeto debido durante cinco minutos para acto seguido empezar una animosa y ruidosa tertulia al amparo de unos gintonics (rentable para el bar pero un incordio para el resto). En este grupo podríamos incluir una subespecie: el que se quiere ligar a una chica (o chico) y accede a un concierto de un artista que odia (eso sí esta categoría es silenciosa y se reconoce porque mira a todos sitios menos al escenario, el pobrecico se aburre).
EL/LA MELOPASOMEJORQUENADIEPORQUECANTOLOMASFUERTEPOSIBLE. Especie que no se da cuenta que el que está al lado ha venido a escuchar cómo canta el músico y no cómo canta/berrea él/ella. No me gusta dividir por sexos pero acostumbra a funcionar así: las chicas cantan canciones más íntimas y los chicos las más festivas tipo lolololo!!!!. Ejemplo: