Por mucho que escalemos nunca llegaremos a la cima

A menudo echo la vista atrás y reflexionó respecto a la evolución tecnológica que hemos sufrido, mejor dicho, que estamos disfrutando (con todos los peros que se os ocurran).

Cierro los ojos y veo esa vieja televisión Marconi que es la primera que soy capaz de evocar, que debía ser algo parecido a ésta:

Con su rueda para cambiar de canal, de UHF a VHF, con su antena sobre ella y sus vetustos botones de volumen y brillo (y supongo que poco más)

Allá fui testigo de la muerte del dictador, de las aventuras del señor Chinarro y los payasos de la tele, de las noches del viernes con el Un, dos tres...

Y no me cuestionaba si era pantalla plana, si era de pocas pulgadas, si era HD, si era extraplana, si pesaba mucho...

Más tarde llegó el color, tras verlos en los bares, en casa de los amigos al fin pude disfrutar de una de ellas, qué cambio, y me preguntaba como podía haber vivido sin conocer tal avance tecnológico, qué bonito lucía el césped en los partidos de fútbol (ese Beveren Barça donde Artola se salió).

Y no me cuestionaba nada más. Y sigues mirando atrás y con tales adquisiciones te veías en la cima de la evolución tecnológica. Qué más se podía pedir, qué más se podía imaginar.

Nada más.

Pero no, las maquinitas seguían evolucionando para hacer más llevadera nuestra vida diaria y poder disfrutar de un ocio de más calidad.

Hasta llegar a hoy en día donde nos creemos de nuevo en la cima de esa montaña que se llama evolución (o involución, ponerle todos los peros que os apetezcan) y no sabemos hacia donde caminamos.

Y toda esta perorata por qué, pues a raíz de una coña entre amigos de whatsApp que nos dio por rememorar marcas de televisiones antiguas.

Y buscando buscando di con esta recopilación de anuncios ochenteros que vistos hoy parecen hasta ridículos pero que en aquellos momentos, los productos publicitados eran lo más de lo más.

Seguro que de aquí veinte años ocurrirá lo propio con los actuales.