No sé si soy un bicho raro (que lo soy) si no estoy bien de la azotea (que no lo estoy)… pero lo cierto es que en ocasiones hablo solo (sin acento de la antigua regla).
Tal manía empezó de ñajo, desconozco si tuvo algo que ver el hecho que empecé a hablar relativamente tarde, los demás niños de mi edad hablaban y yo no decía ni mu, supongo yo que sería porque no necesitaba nada especial que no tuviera.
Pues eso, una vez adquirido el dote del habla, mis primeros escarceos con los soliloquios tenían como imaginarios interlocutores los soldaditos que mis manos manejaban en los juegos infantiles (por cierto, qué decepción descubrir que los madelman no se movían solos, como en los anuncios de la tele). Diálogos de este tipo supongo que se sucedieron en mi primera infancia.
Poco después, aún en m mi niñez, el hablar solo tomó una nueva dimensión, los partidos de fútbol con cromos que en el comedor de casa me montaba tenían una banda sonora. Y ésa era mi voz emulando a los locutores de partidos de fútbol que por aquel entonces escuchaba por la radio (el fútbol televisado era una excepción). “Coge la pelota Migueli,, se la pasa a Schuster, Simmonsen y….. goooool”. Emulaba a
Miguel Ángel Valdivieso y seguía así con mi costumbre de hablar solo.
La adolescencia trajo consigo responsabilidades estudiantiles que también adaptaron el mencionado hábito a mi persona. Mi costumbre de estudiar justo la noche antes del examen hacía que me pegará las grandes empolladas y para ello me urgía hablar solo:
leía, releía, subrayaba, esquematizaba y recitaba, es decir hablaba solo recitando la lección para un inexistente interlocutor (luego en la facultad abandoné tal hábito ante la costumbre que adquirí de estudiar en la biblioteca, qué hubieran pensado de mí).
Y llegados a la plenitud física de mi persona (de la cual aún no me he apeado) he adquirido nuevos hábitos a la hora de seguir tan saludable (o tan poco saludable) costumbre de hablar solo. Varias son las situaciones en las que en la actualidad “hablo solo”:
Frente del ordenador cuando el aparatejo cree oportuno putearme e ir más lento que el caballo del malo (y siempre en el peor momento): “me cago en la puta, otra vez no…” y frases de este tipo y peor sonantes fluyen de mis cuerdas vocales con cierta frecuencia:
Frente al televisor viendo un partido de fútbol, baloncesto,… preferiblemente con mi equipo de protagonista: “pero chuta ya, imbécil”, “pero para qué chutas, imbécil”, “pégale, coño, que nos va a meter gol”…. Y frases de este tipo articulo en la intimidad en tal momento deportivo.
Al volante: acostumbran a ser reniegos e insultos (eso sí, seguro de que nadie los escucha, y mucho menos a quién van dirigidos) ante el tráfico complicado de la ciudad: “me cago en la ostia, que nos ves que la gente tiene prisa, imbécil, arranca ya….”, ahora te paras, pedazo de mamón, y a los demás que nos den por culo”. Y exabruptos de diversas índoles son exclamados por mi persona para liberar la tensión de la circulación de la gran ciudad.
Así a bote pronto este es mi historial de “hablar solo”. Ahora mismo no caigo en ningún otro momento.
Espero que no sea patológico.