Ficha técnica
Perdición (Double Indemnity), (Paramount, 1944). Director: Billy Wilder. Guión: Billy Wilder, Raymond Chandler; basada en la historia de James M. Cain. Producción: Joseph Sistrom. Música: Mirlos Rosza. Intérpretes: Barbara Stanwyck, Fred MacMurray, Edward G. Robinson, Porter Hall, Jean Heather, Tom Powers, Byron Barr, Fortunio Bosanova.
Perdición es la cuarta película como director del “Dios” (como le llamó Trueba) Billy Wilder. Director completo que abordó el cine negro con este film.
Estamos ante una historia de asesinatos narrada a través de un flash back donde el protagonista moribundo reconoce su culpabilidad ante un dictáfono.
Una mujer, femme fatale, (Barbara Stanwyck) quiere matar a su marido y conseguir el dinero de su seguro de vida, para ello decide seducir al vendedor de seguros y hacerle, así, cómplice de su asesinato. Éste (Fred MacMurray) planea el crimen perfecto sabedor que su compañero de trabajo (Edward G. Robinson) intentará por todos los medios descubrir cualquier anomalía y demostrar el fraude en el supuesto “accidente” que acabará con la vida del marido de Barbara Stanwyck.
Los remordimientos, el miedo, la ambición se mezclan con la pasión y la amistad en este triángulo donde Barbara, Fred y Edward G. Robinson nos muestran la maestría como guionistas de Billy Wilder y Raymond Chandler. Especialmente brillantes son los diálogos del juego de seducción de Barbara (de rubia platino) y Fred:
Y la escena final donde Edward G. Robinson y el moribundo Fred MacMurray muestran la relación fraternal que ha unido a ambos compañeros de trabajo.
La fuerza de este final decidió a Billy Wilder eliminar una costosa escena posterior donde Fred era ejecutado en la cámara de gas (por otra parte también hubiera tenido problemas con la censura).
Estamos ante un film que te atrapa a partir de un elaboradísimo guión y unos diálogos sublimes. La historia está basada en un libro de James M. Cain que Billy y Raymond Chandler (autor del Sueño Eterno) guionizaron en la que fue su primera, única y tormentosa colaboración. El propio Cain reconoció que el resultado en el celuloide superó a su propia obra literaria original.
Spencer Tracy, Gregory Peck y James Cagney, entre otros rechazaron el papel de protagonista, Barbara Stanwyck siempre fue la primera opción y Edward G. Robinson fue reacio a aceptar un papel de secundario pero el factor económico, la fuerza del personaje y el hecho que ya empezaba a tener una edad le decidieron a aceptar el papel.
Un clásico que he revisado con gran placer y me ha hecho plantear lo manipulados que estamos por los medios de comunicación y la necesidad de un mercado, cinematográfico, que nos acribilla y apabulla para que veamos los últimos estrenos. Y tontos nosotros que parece que debamos conocer la última película de quien sea aunque ésta sea un auténtico bodrio. A menudo nos olvidamos que la historia del cine nos ha regalado auténticas joyas que en muchas ocasiones obviamos y desconocemos; eso sí, la última del Van Damme de turno es de obligatoria visión. Lo propio ocurre, y más acentuado, con la literatura. La trilogía de Larsson se ha de leer (y comprar) aunque desconozcamos los grandes temas de la literatura universal.
En fin, al fin y al cabo somos meras víctimas de la sociedad de consumo